sábado, 1 de agosto de 2015

A salvo de las cualidades “trampa”

“Las personas fuertes y racionales no ven ningún problema en el hecho de tener defectos”


En opinión del psicólogo Rafael Santandreu, para liberarnos de nuestros complejos sólo hay que saber reconocer las “cualidades trampa” y aprender a diferenciarlas de las reales.

Apuestas arriesgadas. La belleza, la habilidad verbal, la fuerza física, la riqueza, la inteligencia… pueden ser virtudes deseables, pero no necesarias. Cierto es que despiertan la admiración de los demás y que pueden aumentar nuestros bienes materiales o poder de influencia, pero no nos hacen más fuertes ni nos sirven para ser más felices. La mayoría de esas cualidades “trampa” suelen ser perecederas, y para mantenerlas en nuestro poder nos vemos obligados a realizar grandes esfuerzos.

Tu mejor inversión. Como ya dijimos en nuestro artículo “Quererse a uno mismo”, las virtudes que nos hacen progresar como personas y disfrutar de la vida no nos encadenan a una apariencia física o a un estatus determinado. Son fáciles de reconocer porque nos acompañan durante toda la vida y producen bienestar, armonía y tranquilidad. El arte, el amor, la amistad, la tolerancia a la frustración, la inteligencia emocional, la perseverancia… Estas cualidades, atraen a los fuertes y sanos, a los que comparten, suman y hacen que nuestra vida mejore de verdad. El dramaturgo Gabriel Legouvé lo resumía de la siguiente forma: “Creo, en verdad, que todas las virtudes están contenidas en una sola palabra: amor”.

En nuestra sociedad, el canon de belleza y el estándar de éxito personal o profesional es tan exigente que, fácilmente, podemos no llegar al listón y sentirnos excluidos de ese modelo impuesto por los demás.

Para avanzar y progresar como personas, podemos buscar la fuerza impulsora en nuestro interior o en la comparación con los demás. La segunda opción entrega el control de nuestras vidas a algo exterior, lo que puede conducirnos a un sentimiento de inferioridad, frustración o envidia. La primera elección, en cambio, es una fuente inagotable de satisfacciones. De lo que se trata, en definitiva, es de convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos. “Aquel que se ama a sí mismo, no tiene rival alguno” (Dale Carnegie). 
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