Avellanas, alimento sagrado
Buen tónico circulatorio, barrera anticancerígena, baja la tensión arterial
Los manuscritos chinos de hace 5.000 años hacen referencia a este fruto seco como un alimento sagrado. A tenor de su larga lista de virtudes medicinales, no es de extrañar que fuese considerado como un regalo caído del cielo.
Comer avellanas es un eficaz seguro de vida. Además de ser
el fruto seco con más vitamina E, fiel amiga del corazón, y el más rico en ácido
oleico, la grasa cardioprotectora presente en el aceite de oliva, aporta
arginina, un compuesto que dilata los vasos sanguíneos y activa la circulación.
Es, por otro lado, un alimento rico en beta-sitosterol, una
sustancia que reduce el riesgo de sufrir un tumor en el colon, la próstata y
las mamas. En este beneficio también intervienen otros compuestos presentes en
la avellana, como la fibra, el selenio, la vitamina E o el manganeso.
Este fruto seco contiene el trío de minerales (calcio,
potasio y magnesio) con un mayor impacto positivo sobre los niveles de presión
arterial. Con este fin, conviene añadir avellanas (sin sal) picadas al aliño de
la ensalada, a las cremas vegetales…
Agregar unas cuantas avellanas a los cereales del desayuno
es una de las formas más saludables de favorecer el crecimiento de los niños y
conseguir que tengan unas defensas a prueba de asaltos. No en vano son un
yacimiento de calcio, fósforo, hierro, ácido fólico y grasas esenciales.
Las avellanas cuestan unos 5 euros/kilo menos que las
nueces. Si bien ambos vegetales son muy saludables y nutritivos, el primer
fruto seco supera al segundo en su contenido en fibra y grasas monoinsaturadas,
dos de los compuestos que más y mejor ayudan a bajar el colesterol.
Las avellanas con cáscara cuestan más baratas (de 6 a 8,50 euros/kilo) que las peladas (unos 15 euros). Su envoltura natural es el mejor conservante de este fruto seco, dado que previene el enranciamiento de las grasas insaturadas.
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