Dar vueltas a lo que podría haber sido y no fue agota la reserva de energía vital
Asumir, actuar y transformar
Dicen que quien resiste, persiste y quien acepta,
transforma. Asumir la realidad,
especialmente, cuando la vida nos muestra su cara más injusta o amarga, puede ser un ejercicio difícil, pero también
una magnífica oportunidad para desprendernos de lo viejo y caduco y dar la
bienvenida a lo nuevo.
Mucho sufrimiento
viene de oponerse a soltar lo que ya se fue y a enfilar un nuevo rumbo. Saber
cuándo ha llegado el momento de replegar las armas y abandonar una batalla es
un aprendizaje valioso. “Una retirada a tiempo es una victoria” (Napoleón).
Shakespeare decía
que “voluntad y destino discurren por opuestas sendas. Trazar planes está en nuestras manos, su realización, a veces, nos es
vedada”. La cuestión es: ¿cómo
reaccionar cuando nuestros deseos no se están cumpliendo a pesar de todos
nuestros esfuerzos?
Todo problema conlleva una falta de aceptación de alguna cosa y una oposición, más o menos
consciente, a lo que sucede. La clave para afrontar ese tipo de situaciones
está en admitir las cosas tal cual son,
es decir, dejar de ofrecer resistencia.
En momentos de desasosiego o inquietud, hazte la siguiente pregunta: ¿qué es lo
que no estoy aceptando? La respuesta (mi trabajo ya no me apasiona como antes,
mis hijos se han hecho mayores y no me necesitan tanto, me molesta el cambio de
comportamiento de tal persona,…) te conducirá al epicentro del problema.
Cuando nos resistimos
a lo que sucede (buscamos porqués, negamos la realidad, seguimos deseando
que los hechos hubieran transcurrido de otra forma,…), damos poder a aquello a lo que nos estamos oponiendo. Al aceptar la
situación, sin embargo, tomamos el
timón de nuestra vida y nos damos la oportunidad de seguir avanzando, sin
arrastrar cargas innecesarias. “El destino que aceptamos nos toma en sus
brazos y nos conduce a la vida; en cambio, aquél
del que tratamos de escapar nos persigue reclamando su derecho imperioso a ser”
(Joan Garriga).
En ocasiones, consuela pensar que las cosas pasan de cierta
forma y no de otra porque persiguen un
propósito que va más allá de lo que, en este instante, podemos alcanzar a
comprender. Es lo que sentimos en nuestro fuero interno cuando nos
repetimos: “esa persona no era para mí”, “me espera algo aún mejor” o “¿quién
me dice que esto no es un regalo de la vida?”. Ya sean cosa del azar, señales del universo, deseos divinos o fuerzas
del destino, lo cierto es que, a veces, una voluntar superior se impone a la nuestra y nos coloca en un lugar
inesperado. No te desesperes y confía.
“La vida es una partida de ajedrez y nunca sabe uno a ciencia cierta cuándo está
ganando y cuándo está perdiendo”.
Supera obstáculos con
valentía. Cuando una serpiente tiene que desprenderse de su vieja piel,
frota su boca contra un objeto áspero para levantar las escamas labiales y
transita entre dos piedras muy próximas que le aprietan su cuerpo y ayudan a
deshacerse de su envoltorio natural. Si no las encuentra, engancha las escamas
a algún saliente y, con movimientos acompasados y sumamente lentos, se
desprende de su piel.
El tránsito hacia lo
nuevo, tal y como sucede con las serpientes, puede acarrear cierta angustia y dolor, pero atreverse a soltar lo que
ya no nos sirve o ha dejado de funcionar es un gesto tan necesario como
valiente, ya que nos permite abrir
un espacio a lo nuevo. “Desprenderse de lo que nos daña es lo que nos
libera, nos fortalece y nos hace libres” (Miriam Subirana).
“Recuerda que no
obtener lo que uno quiere, a veces, es un golpe de suerte maravilloso”. (Dalai
Lama).
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