jueves, 24 de abril de 2014

La indecisión, ese inmenso mar de dudas

Los proyectos personales avanzan cuando nos atrevemos a que tomen forma


Pasar a la acción, la mejor forma de superar la inseguridad

La mayoría de las veces es el temor a equivocarnos lo que hace que las personas posterguemos las decisiones. Elegir una opción no es difícil, lo difícil es renunciar al resto de alternativas que dejamos al elegir, por eso acabamos evitando la toma de una decisión o aplazando el momento.

El peligro no está en debatirse entre una opción u otra, sino en dar vueltas a un asunto hasta el punto de llegar al bloqueo. Cuando te encuentres inmerso en un mar de dudas es de gran ayuda hacerte preguntas que ahonden en tus sentimientos más profundos tales como ¿esta elección te abre nuevos horizontes?, ¿eliges esta opción para complacerte a ti o a otro/s?, ¿esta decisión te motiva o es más de lo mismo?, ¿es coherente con tus principios?...

Algunas personas esquivan las elecciones para no tener que tomar partido, por comodidad, desmotivación, falta de madurez… Prefieren navegar a merced del viento que tomar el timón. Otras analizan tanto los pros y los contras o están tan influenciados por las opiniones ajenas que vacilan constantemente. Otras veces no nos lanzamos a la piscina porque no confiamos lo suficiente en nuestras habilidades. La ansiedad por hacer las cosas perfectas en lugar de pasar a la acción puede resultar paralizante. Asumir que todo es mejorable es un buen punto de partida.

Aprender a tomar decisiones es una habilidad que puede entrenarse. Es importante para acertar en nuestras elecciones, definir con exactitud la situación, identificar las opciones al alcance y aceptar cierto margen de error.

El temor a equivocarnos condiciona muchas de nuestras decisiones. Si tienes miedo, piensa menos y experimenta más. Si ese miedo te impide avanzar, trata de ver los reveses de la vida no como un fracaso, sino como un aprendizaje. No fracasa quien se equivoca, sino quien persiste en el error.

Una de las razones por las que no sabemos qué escoger es porque no concretamos nuestras metas, esto nos paraliza. Hacer una lista con tus objetivos y anotar al lado el valor que aportará a tu vida es de gran ayuda (satisfacción personal, coherencia, seguridad económica…). Pon todas las opciones sobre la mesa y escoge la mejor, teniendo en cuenta qué quieres y cuáles son tus motivaciones.

Pensar qué puedes hacer si en el peor de los casos sucediera eso que tanto temes te hará estar más relajado, por lo tanto trazar un plan B es importante, la mayoría de las decisiones que tomamos permiten rectificaciones.

Reflexionar serenamente es mejor que tomar decisiones desesperadas. En ciertos contextos, no decidir nada puede ser la elección más sensata. Pero una vez que te hayas decantado por algo y descartado el resto de las opciones, mantén siempre la vista al frente.

Recuerda: “No temas a la perfección, jamás la alcanzarás”.
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