Imagen: forwallpaper.com
Había una vez un rey de la India espectacularmente rico que,
pese a ello, se mostraba indiferente a cualquier bien material por más precioso
que éste fuera y sólo se preocupaba de cultivar una profunda religiosidad.
Lleno de curiosidad ante este hecho, uno de sus súbditos quiso averiguar cuál
era el secreto de aquel hombre que, a diferencia de la mayoría de nobles y
cortesanos, no se dejaba deslumbrar por el oro, las joyas y los lujosos objetos
que le rodeaban.
Tras lograr que el monarca le recibiese en audiencia
privada, el hombre le preguntó: “¿Cómo hace usted, señor, para vivir
volcado en la espiritualidad en medio de tanta riqueza?”.
El rey le dijo: “Responderé a lo que me preguntas si recorres mi palacio con una vela encendida. Vigila que no se apague. Si lo hace, te decapitaré”.
Cuando el súbdito concluyó el reto, el rey le preguntó: “Y,
ahora que has podido ver todas mis riquezas con tus propios ojos, ¿qué opinas
de ellas?”.
El hombre, aún tenso tras la estresante prueba a la que
había sido sometido, respondió: “No vi nada, pues sólo estaba atento a que
la llama no se apagase”.
Y el monarca sentenció: “Ése es mi secreto. Estoy tan
ocupado en avivar la llama de mi espiritualidad que las riquezas del mundo no
me interesan nada”.
No dejes nunca que se
apague tu llama interior
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