El adorno y la autocomplacencia adormecen al alma
Flores en caída. Shen Zhou
Cuando el Rey Tzou pidió palillos de marfil con
incrustaciones de oro y esmeralda, su fiel consejero Chang se preocupó. Temía
que cuando el Rey, hombre justo y sobrio, tuviera palillos, nada menos que de
marfil con incrustaciones de oro y esmeralda, no se contentaría con la austera
vajilla de barro y, tal vez comenzaría a desear vasos de cuerno de rinoceronte
y jade. Chang pensaba, que el Rey en vez de ocupar su tiempo en el estudio y la
reflexión meditativa, lo emplearía en satisfacer sus deseos más primarios,
apurando copas de vino junto a cortesanos superficiales.
Chang temía que tras la llegada de los palillos de marfil,
su Rey, en vez de comer frijoles, cereales y pescado con verduras, pediría cola
de elefante y tiernos cachorros de leopardo. Difícilmente estaría dispuesto a
aceptar las críticas de sus consejeros y por el contrario, se hallaría proclive
al halago y la adulación. Chang temía que detrás de la nueva orientación de
lujo y brillo superficial, su Rey dedicaría muchas horas a la satisfacción
hedonista de sus deseos y al ansia de engrandecer su poder y su arrogancia.
"Me siento inquieto, temo el final de todo esto".
Dijo el fiel consejero.
Siete años después..., en efecto, el Rey Tzou tenía un
jardín repleto de caprichosos efebos. Torturaba a sus rebeldes con hierros
candentes y se embriagaba en un lago de vino. Mientras tanto, su fiel consejero
Chang recordaba que todo había comenzado por la llegada de aquellos primeros
palillos de marfil con incrustaciones de oro y esmeralda.
... Un deseo de apariencia y ostentación que como pequeña
bola de nieve llevaría al Rey Tzou a la caída lenta e inexorable de su reino.
Y es que Chang amaba la sobriedad porque ya sabía desde
entonces algo que decían los sabios antiguos. Sabía que:
El adorno y la
autocomplacencia adormecen al alma.
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