Comunicar lo que sentimos cimienta la fortaleza interior
Pon tus emociones en orden, busca la causa del desencuentro, aborda el problema sin ataques y con respeto
Cuando una relación se debilita, sea por la cuestión que
sea, se produce un distanciamiento, que normalmente va seguido de cierto
malestar e inquietud. ¿Tienes una conversación pendiente con alguien? Ir a la búsqueda de ese encuentro te ayudará
a recuperar la paz interior.
“Las palabras son una
medicina para el alma que sufre”, decía el poeta griego Esquilo. Si aún te
planteas si vale la pena coger el teléfono y restablecer la comunicación, hazte
la siguiente pregunta: ¿Quieres ser parte de la solución o del problema?
Deja atrás el resentimiento
Emociones en orden.
Según el psicólogo Joan Quintana, detrás
de un desencuentro con una persona, casi siempre, se esconde una expectativa no
satisfecha: la necesidad de ser valorado, aprobado, querido, aceptado,
apoyado… Es ese deseo no cubierto lo que provoca el resentimiento en forma de
distanciamiento, rabia, rencor, tristeza… “Lo
que mueve el mundo es el amor y el reconocimiento”, advierte el divulgador
científico Eduard Punset.
Revelar la causa.
El primer paso, por tanto, es saber qué emoción herida ha provocado ese
desencuentro. Reconocer ese sentimiento (“me siento
ofendido/infravalorado/traicionado/incomprendido/apartado/impotente…”) te
ayudará a sincerarte contigo mismo y a ir a la raíz del problema. “Si no tenemos paz dentro de nosotros, de
nada sirve buscarla fuera”, decía el escritor François de la Rochefoucauld.
Qué resultados buscas.
Antes de abordar el tema cara a cara, es necesario tener claro el objetivo que
se persigue con ese encuentro con preguntas del tipo “¿qué quiero conservar en
mi relación…?”, “en esta disputa, ¿busco un acuerdo o una victoria?”. Si tu deseo es tender puentes, no vayas
armado hasta los dientes; si lo único que quieres es aclarar un asunto
pendiente, no saques trapos sucios del pasado…
Sin ataques. Cuando
llegue el momento de abordar las diferencias, recuerda que es preferible hablar
de cómo te sientes, que criticar la actitud del otro, algo que puede
interpretarse como un ataque. “Creo que
mis aportaciones no se tienen en cuenta” es más constructivo que decir a tu
interlocutor que es un “prepotente”. De lo que se trata es de señalar el
hecho con el que estás en desacuerdo, sin descalificar a la persona.
Acercar posiciones.
Da a conocer tu punto de vista con el mismo esfuerzo e interés con el que
tratas de entender el del otro. Escucha atentamente
a tu interlocutor sin interrumpirlo y respeta sus opiniones. “Que no corra
tu lengua más que tu pensamiento”, aconsejaba Quilón de Esparta. Asumirlos errores propios en lugar de
centrar el discurso en los del otro es otra buena manera de abrir canales de
comunicación.
Intentos frustrados…
Si no cabe la posibilidad de tratar el tema pendiente, no dudes en escribir tus
sentimientos en un papel en blanco, una de las formas reparadoras de aliviar la
angustia. Y, acto seguido, pon punto final a esa historia. “Un problema, afirmaba el escritor
español Eduardo Mendoza, deja de serlo
si no tiene solución”.
“El objeto de toda
discusión no debe ser el triunfo, sino el progreso” (Joseph Joubert)
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