Con cierta perspectiva, los obstáculos dejarán de convertirse en un problema
Cuando cambias el modo en que ves las cosas, las cosas que ves cambian también
Haz repaso. La primera
regla para solucionar un problema es cuestionar lo que sabemos de él o más bien
lo que nos decimos de él. Para abrirte a otras formas de contemplar la situación
y de resolverla, va muy bien pensar qué le dirías a un amigo que se encontrara
en esa misma tesitura o qué harías si fueses una persona más atrevida, más
independiente, más creativa… “La vida es un diez por ciento lo que experimentas
y un noventa por ciento cómo respondes a ello” (Dorothy M. Neddermeyer).
Menos emoción, más
razón. Alejarse del problema (dar un paseo, poner una música que te ayude a
desconectar, hablar con un amigo ajeno a todo…) reduce el nivel de tensión
emocional. Cuando las preocupaciones excesivas o los pensamientos pesimistas se
adueñan de nuestra mente, perdemos capacidad de análisis. Cambia el discurso y
pon tu mente a trabajar para ti. Sólo así lograrás ahogar las emociones
hostiles, que te boicotean, y alimentar los pensamientos constructivos y
alentadores.
Suelta lastre. A veces,
nos apegamos a un problema hasta el punto de obsesionarnos. Es lo que el
psiquiatra Sigmund Freud llamaba “resistencia”, el miedo a dejar de
preocuparnos por algo y asumir esa especie de vacío que queda al dejar de
identificarnos con un problema. “El sufrimiento emocional nos indica que quizás
estamos aguantando algo que deberíamos soltar”, afirma la terapeuta Miriam
Subirana.
Recuerda que las cosas no vienen con la importancia incorporada, somos nosotros los que les damos o no la importancia.
“Ningún
problema puede ser resuelto en el mismo nivel de conciencia en el que se creó”
(Einstein)
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