Se dice que alguien se ha salvado por los pelos cuando ha conseguido librarse de algún mal o problema, pero que ha estado muy cerca de no conseguirlo.
Dicha expresión popular proviene de los tiempos en los que los marineros y piratas surcaban los mares aunque la mayoría no sabía nadar. Si alguno de ellos caía al mar, sus compañeros de barco intentaban rescatarle y muchos de ellos se salvaron gracias a que, al llevar una larga melena, se les podía enganchar por el pelo.
De ahí que, cuando un día el jefe de un cuerpo de la Armada dio la orden de rapar la cabeza de todos sus hombres, estos se alzaron en clamor de protesta y rebeldía, alegando que la medida atentaba contra su vida. Este pedido formulado por los marinos fue curiosamente atendido por los superiores que, a través de una Real Orden expedida en 1809, decretaron la caducidad de la medida de exigir el pelo corto a los marinos.
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