miércoles, 29 de abril de 2015

Toma las riendas de tu vida con valor

Libérate de cargas innecesarias y atrévete a recuperar el control

Libérate de cargas innecesarias y atrévete a recuperar el control

Lidera tu vida con decisión y aplomo, asume tu papel protagonista 


Las quejas, las excusas, el victimismo… son rémoras que te mantienen anclado/a. “Cada uno es artífice de su propia ventura” decía Cervantes. Así que suelta lastre, coge el timón y avanza por la vida con paso firme.

¿Quieres tomar las riendas y ser el/la protagonista de tu vida o prefieres dejar que las circunstancias (ese desencuentro con tu pareja, esa crítica injusta que has recibido, esa lucha de poder que hay en tu trabajo…) tomen el control? La respuesta a esta simple pregunta determina, en gran medida, el rumbo de nuestra trayectoria vital. “Si observas tu vida, encontrarás muchas excusas para sufrir, pero ninguna razón válida” (Dr. Miguel Ruiz, autor del superventas “Los cuatro acuerdos”).

Lidera tu vida con decisión y aplomo

“La paz interior empieza cuando eliges no permitir que otra persona o evento controle tus emociones” (proverbio oriental). Tomarse las opiniones o las decisiones de otros (sean o no de tu círculo más próximo) como un ataque a tu persona te convierte en una presa fácil de los demás. Tal y como señala Ruiz en su libro, “te sientes ofendido y reaccionas defendiendo tus creencias. Haces una montaña de un grano de arena porque sientes la necesidad de tener razón”.

No te cojas tan a pecho lo que otros dicen o hacen, (“sus razones tendrán”, puedes pensar). Es la mejor forma de dejar de acumular disgustos en forma de resentimiento, rabia, celos, frustración, tristeza…

No alimentes las preocupaciones que rondan por tu cabeza. Si algo depende de ti, actúa; si ya no tienes margen de maniobra, aparca el tema. De lo contrario, permitirás que ese asunto cobre fuerza, enturbie tus pensamientos e influya negativamente sobre tu estado de ánimo.

Pon tu mente a trabajar a tu favor, lo que significa dejar de dar vueltas a ese asunto sobre el que no tienes control, de lamentarte y de compadecerte de ti mismo/a. Si tiene solución, ¿de qué te quejas? Y si no la tiene, ¿para qué quejarse?

Si haces un esfuerzo por abandonar los juicios y las críticas, el mundo te parecerá un lugar más amable y tú mismo/a te convertirás, a ojos de los demás, en una persona más flexible, amplia de miras y con un mayor control sobre tu persona. “La queja trae descrédito” (Baltasar Gracián). En lugar de rechazar, censurar o condenar, invierte tu energía en aceptar a las personas y los hechos tal y como son.

Las personas tienen códigos diferentes al tuyo y, en consecuencia, se expresan y comportan de otro modo. Según señala Wayne Dyer, autor de “Tus zonas erróneas”: “Los juicios de valor derivan de una idea falsa de que el mundo debería ser como tú eres y no como es”. Es imposible controlar todo lo que sucede a tu alrededor, pero sólo tú escoges cuál va a ser tu reacción: ¿Enfadarte o encajar el golpe con deportividad? ¿Criticar un gesto o relativizar su efecto? ¿Seguir sufriendo por lo que no fue o buscar una salida? ¿Buscar consuelo o pasar página?

Asume tu papel protagonista

Cada vez que señalamos a un culpable y eludimos nuestra (mayor o menor) parte de responsabilidad en cualquier hecho, nos situamos en el papel de víctima en lugar de jugar un papel protagonista.

Saca una lección. Una de las virtudes que tienen las personas que resisten con entereza los reveses de la vida, según los psicólogos Kobasa y Maddi, es la responsabilidad. Según indican, quienes atribuyen sus éxitos y sus fracasos a variables internas, saben qué tienen que repetir y qué tienen que modificar la próxima vez que se enfrentan a un reto.

Mira hacia delante. Las personas que encajan mejor los golpes de la vida también se defraudan y sufren. La diferencia es que no victimizan su situación ni se recrean en el dolor. “Su atención está puesta en hoy, en qué puedo hacer ahora para ser más fuerte y más feliz”, indica la psicóloga Patricia Ramírez.

“No hay deber que descuidemos tanto como el deber de ser felices” (Robert L. Stevenson)
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