Imagen: Facebook
Un hombre que sufría ataques de ira estaba ya harto de esta
situación y un día decidió solucionar su problema. Para ello, fue en busca de
un viejo sabio que conocía como nadie los secretos del alma humana.
Cuando estuvo ante él, le dijo: «Señor, tengo fuertes
arranques de ira que están arruinando mi vida. Sé que es mi carácter, pero
estoy dispuesto a hacer lo que usted me recomiende para cambiar».
«Puedo hacerme una idea de lo que te sucede pero, para
ayudarte, la próxima vez que te invada la ira, deberás venir corriendo para
mostrármela», le ordenó el sabio.
Tras unos días de calma, el hombre volvió a notar cómo la
ira se apoderaba de él y salió a toda prisa a ver al anciano. Pero, como vivía
en lo alto de una colina, tardó más de media hora en llegar.
Cuando estuvo ante él, ya se le había pasado el ataque. Y
así sucedió una y otra vez, pues cuanto más corría, más agotado y menos
enfurecido llegaba ante el sabio.
Un día llegó superagotado y el venerable anciano sentenció:
«Creo que me has tomado el pelo. Si la ira formase parte de ti, podrías enseñármela. No es tuya. Te atrapa en cualquier sitio y luego te abandona. Así que la solución a tu problema es fácil: la próxima vez que quiera apoderarse de ti, ignórala».
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