¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Foto: fonditos.com
- Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no
tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien,
que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que
me valoren más?
El maestro sin mirarlo, le dijo:
- Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo
resolver primero mi propio problema. Quizás después…- y – haciendo
una pausa agregó- si quisieras ayudarme tú a mi, yo podría resolver este
problema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
- E…encantado, maestro- titubeó el joven, pero sintió que
otra vez era desvalorizado, y sus necesidades postergadas.
- Bien, asintió el maestro. Se quitó un anillo que
llevaba en el dedo pequeño y dándoselo al muchacho, agregó- toma el caballo que
está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque
tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma
posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Ve y regresa con esa
moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó
empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con
algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo.
Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban
vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia
de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de
un anillo.
En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y
un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar
menos de una moneda de oro rechazó la oferta.
Después de ofrecer su joya a toda persona que se
cruzaba en el mercado -más de cien personas- y abatido por su fracaso, montó su
caballo y regresó. Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa
moneda de oro. Podría entonces habérsela entregado él mismo al maestro para
liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda. Entró en la
habitación.
- Maestro- dijo- lo siento, no se puede conseguir lo que me
pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no
creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
- Qué importante lo que dijiste, joven amigo- contestó
sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo.
Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo? Dile que
quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. Pero no importa lo
que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a
la luz del candil con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
- Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no
puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.
- 58 monedas!!! Exclamó el joven.
- Sí, replicó el joyero- yo sé que con tiempo podríamos
obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé…si la venta es urgente…
El joven corrió emocionado a la casa del maestro a contarle
lo sucedido.
- Siéntate- dijo el maestro después de escucharlo- Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor? Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño.
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